La contaminación del agua tiene un severo impacto en los ecosistemas y en la salud, por lo que es preciso reducir los volúmenes y mejorar los procesos de tratamiento, no sólo para procurar el bienestar social y la protección ambiental, sino también por razones económicas y de seguridad nacional.
En México, las descargas de aguas residuales se clasifican en municipales (abastecimiento público urbano y rural) y no municipales (otros usos como industria autoabastecida). Según cifras oficiales, se trata solo el 52.7% de las aguas municipales que se generan, y únicamente el 32% de las aguas no municipales.
Aunque hay avances, aún es insuficiente y existe un volumen indeterminado de aguas contaminadas que no son colectadas, que se pierden en las redes de desagüe o que se descargan de forma ilegal directamente al medio. Se calcula que en 2015 el costo económico de la contaminación causada por aguas residuales no tratadas fue de 57 mil 403 millones de pesos, equivalentes al 0.3% del producto interno bruto.
Tan solo en 2015 murieron en México 3 754 personas debido a enfermedades infecciosas intestinales.
Aunque la reducción de la contaminación del agua requiere una importante inversión en infraestructura para el tratamiento de las aguas residuales, representaría un ahorro en cuanto a la atención médica que debe darse al tratamiento de enfermedades diarreicas provocadas por agua y productos agrícolas contaminados.